第三話 (Episodio 03)

El ambiente de última semana de clases se notaba en toda la escuela. Los salones estaban vacíos, los maestros faltaban, casi todos los alumnos platicaban en los pasillos y aquellos que no lo hacían era porque no se tomaban la molestia de ir a la escuela. A mitad de semana ya era la mayoría de alumnos la que no asistía a la escuela.

A pesar del inmenso deseo que tenía de ser parte de esa mayoría, el querer pasar tiempo con Chika me convencía de asistir.

Chika estaba todo el día, incluso hasta más tarde de lo que se quedaba cuando había clases, en el club. Estudiaba como si fuera a presentar una tesis oral. Yo le había dicho ya un montón de veces que, para empezar, ella ya sabía mucho más de lo que cualquier otro concursante podría saber de astronomía, y si no ganaba ella la beca, entonces nadie la ganaría. Además seguramente que el examen estaba pensado para personas con interés en la astronomía, no para eruditos en la materia.

Por desgracia, a ella parecieron no importarle mis razones y, a pesar de que Umiko las apoyaba e intentaba convencerla de hacer algo más divertido, estudió hasta el último minuto antes de irnos al campamento.

Umiko y yo intentamos pasar el tiempo en el club jugando cualquier cosa, desde gato hasta cartas, pero al menor ruido Chika nos mandaba callar y a final de cuentas terminamos sentados en silencio como niños de primaria castigados.

Ir a la escuela se comenzó a convertir en algo cansado, no sólo para mí. Umiko se aburría muchísimo en el club. La vi leer El Principito completo dos veces el martes. De vez en cuando levantaba su vista del libro, miraba al pasillo y después me miraba a mí y sonreía. Yo cerraba los ojos, sonreía, lanzaba un suspiro y movia negativamente la cabeza. no podía dejar a Chika sola en el aula, aunque no me prestara la más mínima atención.

El miércoles Umiko se levantó de pronto y, después de aclararse la garganta lo suficientemente fuerte para asegurarse que tenía nuestra atención, caminó a la salida.

—Perdonen, pero le dije a mi mamá que llegaría temprano a casa, ¿les conté que no quiere dejarme ir? —pero no quería contarnos, no esperó respuesta—, así que tal vez no pueda venir mañana y pasado, tendré que convencerla. ¡Nos vemos el viernes en el autobús!

Y así, sin decir nada más, me dejó abandonado con una persona que no se movía excepto para pasar la página. Había momentos en los que me preguntaba si seguía respirando. Por suerte, lo hacía.

El jueves por la tarde, sin absolutamente nada que hacer, tuve que pensar que no era el mejor momento para intentar entablar una relación amorosa con Chika, así que me decidí a hablar.

—Eh... disculpa, Chika, ¿me das un minuto? —dije. Ella subió la mirada del libro que leía, sin cerrarlo.
—Claro, Koushiro.
—Quería decirte que tengo que arreglar unas cosas en casa antes del campamento, así que hoy me iré temprano y mañana no vendré, me iré directo a la central de autobuses.
—No te preocupes —dijo con una sonrisa—, yo tengo que estudiar, así que estaré aquí. Si tienes tiempo estudia un poco, ¿de acuerdo?
—Sí, está bien —dije, y me despedí de ella.

Aunque al principio me sentí un poco desanimado de que mi presencia le pareciera indiferente, recordé la sonrisa con la que me había dicho que estudiara, lo que quería decir que se preocupaba por mí, y me animé.

Nada tenía que hacer en mi casa, sólo se lo había dicho a Chika para que no creyera que quería dejarla sola, así que decidí pasar al arcade. Quería practicar un poco para la próxima vez que fuera a jugar con Umiko, pero hubo algo que cambió mis planes. Umiko estaba ahí.

—¿Convenciste a tu mamá? —le dije.
—Ko.. Koushiro... — dijo nerviosa. Su personaje recibió una golpiza por parte de la computadora cuando volteó hacia atrás sorprendida.

Me di cuenta de que pensaba que yo había creído que esa era la razón por la que se había ido el día anterior, aunque era obvio que era una excusa. Deposité una moneda en la maquina.

—¿Cómo estás? Yo sólo pasaba por aquí y tenía una moneda de sobra, así que... —dijo mientras elegíamos personajes.
—¡Es una suerte encontrarte aquí! Ya sabes que no me gusta jugar solo —dije. El primer round empezó.
—¿Verdad? ¡Cinco minutos antes o después y no me hubieras visto! —dijo, ya más relajada.

Su personaje comenzó a repetir un ataque y la barra de vida del mío rapidamente se encontraba a la mitad.

—Chika me dijo que seguro que lo de tu mamá era un pretexto... —dije. Pude ver como me miraba de reojo con los labios entreabiertos.
—No... ¡claro que no!... De hecho... justo ahora regresaba de comprar algo que mi mamá me había encargado —dijo, y falló un ataque.
—No te estoy acusando, es sólo lo que ella me dijo —esperé un momento hasta que derroté al primero de sus tres personajes—... Claro que yo le dije que tú no nos hubieras dejado así.
—Ah, bueno... —el segundo round empezó. Umiko estaba distraida y lo aproveché.
—Pero no me quiso hacer caso... hasta amenazó con sacarte del club... Y esta vez parecía que iba en serio —en la pantalla se leía “K.O.”. Sólo uno más.
—¿Crees que...? quiero decir... necesitamos ser tres para que el club pueda seguir operando... —Umiko presionaba los botones sin siquiera ver los resultados de sus ataques.
—Eso le dije... pero me contestó que no le importaba ya no tener el club, después de todo ganaría la beca para la universidad.

Todo salió de acuerdo al plan y Umiko perdió por primera vez en ese juego. Bueno, casi todo, porque justo cuando pensaba jactarme de mi primer victoria ante ella, vi que sus ojos se comenzaban a llenar de lágrimas.

—Oye, Umiko, no es para tanto... estabas distraida, podemos jugar otro y...
—¡Sí era una excusa! —comenzó a llorar a mitad del arcade—... Pero es que ya no podía... de verdad no podía estar en el club sin nada que hacer, Koushiro... —¡¿ignoraba por completo mi victoria contundente, entonces?!
—Eh... Umiko... —quería explicarle, pero no me escuchaba.
—... No quería que se enfadara y por eso le dije que tenía que hablar con mi mamá... —todas las personas a nuestro alrededor nos miraban.
—Umiko... calma... déjame decirte qué pasó...
—No —dijo, y puso la palma de su mano frente a mi rostro—... Debo ir a contarle la verdad.

Me quedé parado inmóvil mientras ella salía a toda velocidad en dirección de la escuela. Todo mundo me seguía mirando inquisidoramente, como si yo la hubiera hecho llorar. Un sonido familiar me hizo volver la mirada a la pantalla del juego. Era mi personaje al ser derrotado.

Continue?

Al día siguiente, día del viaje al campamento, volví a encontrarme a Umiko en el arcade. Mejor dicho, en esta ocasión ella me encontró a mí.

—¿Practicando otra vez para ganarme?
—U... Umiko...
—¿Terminaste de arreglar “unas” cosas en tu casa? —preguntó sin mirarme mientras depositaba una moneda.

No dijo ni una palabra más y se limitó a destrozar uno a uno a mis luchadores. Sabía que me había excedido el día anterior, y conocía a Umiko lo suficiente para saber que no se conformaría con humillarme públicamente toda la tarde en el videojuego. Iba a pedirme algo a cambio de su perdón.

No tuve el valor para dejar de depositar monedas hasta que la hora de partir al campamento se acercó lo suficiente para que Umiko diera por terminada la pelea, tanto en el juego como en la vida real.

—Creo que ya deberíamos ir a casa por nuestras cosas y eso, casi es hora de irnos al campamento —dijo seria, mirándome directo a los ojos—. No quiero que te quedes sin dinero para comprarme algún recuerdo del viaje —dijo con una sonrisa.

Game Over.

第二話 (Episodio 02)


S’il vous plaît… dessine-moi un mouton!

Son las tres de la tarde con quince minutos y, a pesar de ello, ahí está él, parado junto a la puerta de la escuela, me espera como siempre. No ve cuando me acerco y le tapo los ojos por detrás. Dice mi nombre con toda seguridad, me pregunto si sabe que soy yo por tantas veces que lo he hecho. Perdón por llegar tarde, le digo, no te preocupes, me responde con una sonrisa, y comenzamos a caminar rumbo a mi casa, que queda de camino de la suya, razón por la cual me acompaña todos los días.

El campamento es dentro de dos sábados, le digo emocionada, el suspira, pero luego sonríe nuevamente, espero que no te quejes mucho del frío, dice. Frunzo el ceño, ese día no llevaba sweater y estábamos en el parque, le digo, mirando hacia otro lado. No puedo evitar sonrojarme al pensar que lo más seguro es que sí, que me quejaré mucho del frío. En el lugar que hacen el campamento es muy común que neve, me dice mirándome de soslayo, sin quitar esa sonrisa. Se divierte con mi sufrimiento, pienso. Y entonces empiezo a hacer una lista mental de cuáles chamarras podrían ser lo suficientemente efectivas incluso en caso de una nevada.

Es viernes y los exámenes ya terminaron, así que pienso que podría ser buena idea pasear un rato antes de ir a casa. ¿Vamos a los videojuegos?, pregunto, no traigo dinero, me dice, anda, vamos un rato, yo te pago, no es divertido de un jugador. Antes de que acceda le pongo una condición, te pago pero juegas un par de veces al juego de la garra, hay un peluche que quiero y no lo he podido sacar. Me dice que sí y cambiamos el rumbo.

Al principio parece aburrido, pero para el segundo round en su juego de peleas favorito, the King of Fighters, ya se puede ver la emoción en su rostro. Sin embargo, como siempre, le gano. Jugamos unas cuantas peleas más con el mismo resultado y me dice que uno de los personajes de mi equipo es trampa, así que mejor juguemos a otra cosa, pero ya no tengo mucho más dinero, no hemos comido y además tiene que cumplir su promesa.

La garra se mueve en dirección al leopardo de peluche y se detiene exactamente encima de él. Baja, abre, cierra y regresa a su posición original, donde libera al leopardo de su cautiverio. ¡Wow! ¡Gracias!, le digo mientras tomo el peluche. Siempre has sido muy bueno en esta máquina, muchas gracias, de verdad, no podía creer lo fácil que lograba obtener el peluche que quisiera, sin importar lo difícil que pareciera. Se llamará Hyoutan, le digo con una sonrisa.

Nos vamos a casa, con mucha hambre y vuelvo a agradecerle cuando llegamos a la mía. La próxima vez no se vale usar a Athena, me dice mientras se va y yo muevo la patita de Hyoutan para que también ella se despida.

Un buen viernes, sin duda, hasta que aparece mi mamá, quien espera tranquilamente en la sala mientras caliento la comida, la sirvo y la como. ¡¿Te irás de la casa sin siquiera avisarme a mí o a tu padre?!, me dice y yo me pregunto quién le pudo avisar, no exageres, mamá, es un campamento para una beca, empiezo, pero me corta, ¡más de un mes!, dice, con un énfasis que hace parecer que en lugar de mes dijo año, tengo que ir, mamá, no podemos pagar la colegiatura de la Universidad, y me interrumpe nuevamente, ¡espera a que llegue tu padre y se entere de esto!, y me doy cuenta de que ni siquiera me pone atención, mamá, no puedo estudiar astronomía sin esa beca, frunce el ceño, ese gesto se lo heredé, ¡es que no entiendo, hija! ¿Por qué quieres estudiar astronomía? ¡Tú siempre me decías que querías ser veterinaria!, eso fue antes de entrar al club, últimamente me interesa mucho, mamá. Se sienta en el sofá y empieza a murmurar, me voy a mi cuarto, mamá.

Al final sé que mi papá me dejará ir, por eso quería decírselo a él primero, quisiera saber cómo se enteró. El teléfono suena, yo contesto, grito desde mi cuarto y entonces entiendo cómo es que mi mamá sabía. ¡Hola! Te llamé hace rato y no estabas, ¡¿puedes creer que tu mamá no recordaba lo del campamento?! Pero yo le recordé, no te preocupes. Kanae, obviamente. No le había dicho, no sabes el pleito que se armó, le digo, aunque sé que no le importa, tú no te preocupes, de todas maneras se tenía que enterar, mejor cuéntame por qué llegaste tan tarde, fuiste a pasear con él otra vez, ¿verdad? Me hizo sonrojarme, no, bueno, sí, pero no era un paseo, fuimos a jugar videojuegos nada más, me interrumpe, huy, sí, seguro que sólo son amigos, dice, y no entiendo por qué lo duda, no me gusta y yo no le gusto tampoco, sólo fuimos a jugar videojuegos.

Cuando por fin se convence de que no iba a decirle que salía con él, le pregunto, más por cortesía que por otra cosa, pues sé de sobra que me dirá que no, ¿no quieres ir al campamento?, escucho claramente como aguanta la risa, no, no, yo no sé nada de eso, nada más te estorbaría. ¿Estorbarme?, pienso, ya sé que irá Koushiro, me aclara. Entonces no se había convencido todavía, suspiré. No hay nada entre nosotros, Kanae, intento una vez más. Como digas, bueno, tengo cosas que hacer, ¡te veo el lunes!, y cuelga, seguramente para ir a ver la televisión.

Es viernes y los exámenes ya terminaron, así que me relajo en mi cama y me pongo a leer. Es mi libro favorito, Le Petit Prince, en francés, porque la traducción la leí una veintena de veces hasta que decidí comprar el original. Como apenas aprendo francés, no logro avanzar mucho y un rato después recuerdo a Hyoutan, la tomo y la coloco en el estante, en medio de Raikun y Jagasan. Vuelvo a acostarme y de repente, con la cabeza sobre Toracchi, empiezo a soñar.

Hace tanto frío que no puedo moverme del lugar donde estoy sentada, tiemblo mientras veo la nieve caer frente a mí. La puedo ver gracias a la luz de las estrellas, que es lo único que ilumina la noche, son hermosas, pienso, pero una ráfaga de viento helado me hace cerrar los ojos. De pronto aparece una pequeña llama en el horizonte, y comienza a acercarse. Poco tiempo después la llama se transforma en una vela que trae una persona. ¡Koushiro!, le grito, y él avanza más rápido para llegar junto a mí. No sé por qué, pero la vela no se apaga a pesar de que el viento es muy fuerte. Cuando Koushiro llega a mí entierra la vela en la nieve y para mi sorpresa ya no hace frío. Gracias, me estaba helando, le digo, y él sólo sonríe. Miro la vela y me doy cuenta de que ya casi se derrite, al llegar a la nieve la llama se apaga y Koushiro desaparece. Un sueño bastante extraño, pienso al despertar y me sorprende que ya sea de noche.

Después de bajar a cenar y de que, como lo pensaba, mi papá me diera permiso de ir, pero si le pasa algo tú tienes la culpa, le había dicho mi mamá, subo a mi cuarto y leo un poco más antes de acostarme a dormir. Pienso en el sueño y en cómo es cierto que la astronomía me había empezado a interesar sin siquiera darme cuenta, a pesar de que entré al club simplemente porque no tenía otro club al cuál ingresar.

Así que en verdad quiero ganar la beca, además estoy emocionada por el viaje, porque nunca antes he dormido fuera de casa. Abrazo a Toracchi, mi tigre blanco de peluche, y el sueño comienza a dominarme. Seguro que sólo son amigos, recuerdo, ya medio dormida, y una sonrisa asoma a mi rostro antes de perder el conocimiento.

第一話 (Episodio 01)

Eran exactamente las tres diecisiete de la tarde del veintiocho de noviembre cuando Umiko entró corriendo al salón del club de astronomía. Llevaba un poster enorme que desdobló en la mesa antes de que pudieramos preguntarle nada.

“Becas para la Licenciatura en Astronomía en la Universidad del Estado”.

Miré a Chika.

—Parece que la suerte está de nuestro lado —dijo con una sonrisa.

—¿Participarás? —pregunté, aunque sabía la respuesta.

—¡Claro que lo haré! Realmente no necesito la beca, pero es obvio que aquel estudiante que la gane será reconocido como uno de los mejores preuniversitarios en cuanto a astronomía, así que debo ganarla —Chika es la presidenta del Honorable Club de Astronomía de la Escuela Preparatoria de Dokoka, club fundado por ella desde que iba en el segundo periodo y que sólo había tenido cinco miembros en toda su historia, dos de los cuales ya estaban graduados.

Chika es alta, de cabello negro y largo, complexión delgada y, tengo que mencionarlo para que la descripción esté completa, pechos grandes y llamativos. A pesar de eso, creo que el mayor atractivo físico que posee son sus ojos dorados. Intelectualmente, tiene una memoria increíble y es muy determinada. Ha usado esas habilidades para ser conocida como astrónoma incluso entre los profesores, a pesar de que sólo tiene diecisiete años y ningún título que lo respalde. Además de sus habilidades en astronomía, es buena para todas las materias en general y, por si fuera poco, no presume ni de su físico ni de su inteligencia, como si fuera de lo más normal que una chica con cuerpo de modelo tuviera las notas más altas de la escuela.

—¿Y tú? —dijo Umiko. Me miraba como si quisiera saber mi respuesta antes de decir algo.

Umiko ha sido mi amiga desde que recuerdo. Vivía en la casa de al lado, antes de que se mudara, y sus padres eran amigos de los míos. Fuimos al mismo jardín de niños, primaria, secundaria y ahora estábamos en la misma preparatoria también. Es de estatura normal, ojos café oscuro y cabello del mismo color, que le llega un poco debajo de los hombros, ni corto ni largo. Es muy inteligente, aunque sus notas no son tan altas debido a que sólo pone esfuerzo en aquello que le interesa. Debido a esto, no entiendo por qué está en el club de astronomía, cuando es evidente que no le apasiona mucho. Ella siempre, literalmente siempre, carga un peluche de un gato amarillo. Ahora que tenía las manos ocupadas, lo llevaba en la cabeza.

—¡Claro que sí! —dije, con la mirada en Chika, para ver su reacción, pareció ignorarme.

Yo, Koushiro, estudiante del quinto periodo, de altura promedio y cabello corto, que sin embargo no se puede peinar. Me gusta el color rojo, las matemáticas, los videojuegos, la astronomía y Chika. Un tipo promedio, en realidad.

Hubo unos segundos de silencio. Pensé que tal vez Umiko pensaba que le preguntaría si ella iba a participar también, pero no quería hacerlo, en realidad. El poster tenía información que me hacía desear que sólo yo y Chika participaramos.

—“Un requisito indispensable para presentar el Examen de Competencia para obtener la beca total de la Licenciatura en Astronomía —Chika comenzó a leer—, consiste en asistir durante las vacaciones de invierno al Campamento Anual de  las Estrellas, que se realiza desde hace veinte años en esta Universidad. Al final de dicho campamento, se realizará el examen entre los candidatos para elegir a los beneficiarios de la beca”, y aquí está el número telefónico para pedir más información... —al decir esto, yo sabía que quería decir que alguno de nosotros dos, Umiko o yo, tendríamos que realizar esa llamada. Aparentemente, Umiko también lo pensó, porque se le adelantó.

—Ya llamé. Me dijeron que el campamento tiene un costo que se nos enviará por correo electrónico cuando nos registremos en la página web que está en el cartel. Una vez pagado, estamos aceptados. El campamento comienza el —sacó un cuaderno rosa de su mochila y revisó la última página—... diez de diciembre.

Cuando escuché que tendría un costo no pude evitar sonreír. La familia de Umiko no tenía mucho dinero, así que lo más probable era que no nos pudiera acompañar. Para ser honesto, sentía un poco de pena por ella, pero no podía evitar ver el lado positivo. Era seguro que no nos mezclarían con los estudiantes activos de la universidad y, si Umiko no iba, quería decir que estaría con Chika. A solas. Por más de un mes. Era una oportunidad que no podía dejar pasar.

Regreso al balcón donde habíamos mirado las estrellas un momento antes. Chika me mira y luego mira las copas que hay en mi mano derecha. “Te traje una copa de vino tinto”, le digo. Todo el edificio está en completa oscuridad, la luz de las estrellas es lo único que nos ilumina. Ella me mira con el ceño fruncido. “Somos menores de edad, qué se supone que...”, comienza a regañarme. Me río y le digo que es una broma, es sólo jugo de uva. Se sonroja y mira hacia el otro lado, fingiéndose ofendida. Me acerco y la tomo de la mano. Ella parece asustarse con el contacto físico, pero se relaja y toma mi mano. Voltea su rostro hacia mí, sin mirarme, su rostro completamente rojo. Me acerco y cierra los ojos...

—Siento así, deberíamos inscribirnos cuanto antes —dijo Chika, regresándome a la realidad—, no veo que el poster hable de algún cupo en el cartel, pero seguro que hay uno y no creo que sea muy grande —no sé por qué se preocupaba tanto, sólo nosotros tres eramos parte del club, y Umiko no iba a ir—... Oh, miren, aún hay cupo —¿Aún? y ¿Cuándo encendió la laptop?—, que bueno que a Umiko se le ocurrió traer la información.

Puse la vista en la pantalla de la computadora. “Cupo 10. Disponibles 4”. Tuve que mirar otra vez para asegurarme. No entendía por qué. Sólo eramos tres miembros del club ¿Quién más podría...?

—Tenemos suerte. Tal parece que este poster acaba de aparecer y no me sorprendería que fueramos la primer escuela donde lo pegan, seguro esas seis personas se acaban de enterar también —dijo Chika.

¡Las otras escuelas! Aunque en nuestra pequeña ciudad sólo existía nuestra preparatoria, la convocatoria era de la Universidad del Estado.

Vi a mis planes destruirse frente a mis ojos. Seis personas más en el lugar. Si hacían equipos tenía un cuarto de posibilidades de quedar con ella. Además de que, obviamente, nos separarían por sexo.

No, no. Hay que ser positivo. Al menos todavía podíamos inscribirnos. Chika no conocería a esas seis personas y aún quedaba todo el día para intentar estar con ella. Sí, el tiempo era más que suficiente. Y además, ¡Era un campamento de astronomía! Las noches serían las horas ocupadas. ¡Genial!

Le digo que vayamos a conocer Sato, la ciudad donde está la universidad, y antes de que pueda contestarme la tomo de la mano y la jalo. Ella opone resistencia, se sonroja y, finalmente, me sigue. Un rato después nos damos cuenta que estamos perdidos. A pesar de eso, me aseguro de que nos divirtamos incluso mientras buscamos la manera de regresar y cuando logramos ir de regreso al campamento, ella se ríe de habernos extraviado. La acompaño hasta su habitación para ir a prepararnos para salir a mirar el cielo, y ella se queda parada en la puerta, mira hacia adentro para asegurarse de que sus compañeras de cuarto no estén vigilando, me mira a los ojos y...

—Aunque me duela decir esto —Chika de nuevo—, creo que en esta ocasión tenemos suerte de que no a mucha gente le interese la astronomía. Pero es que me molesta que algo tan bello como la astronomía no tenga a más personas interesadas, es culpa de tantas cosas inútiles que los medios nos dicen acerca de qué nos “debe” gustar. Pero en fin, Umiko, no nos has dicho si también vas a participar.

Eso es porque no nos acompañará, Chika, no la hagas sentirse peor.

—Pues no puedo faltar, soy una de los tres miembros del Honorable Club de Astronomía de la Escuela Preparatoria de Dokoka, ¿no es así?

¿Eh?

—Perfecto, te apellidas...

—Ya me registré, así que puedes pasar a Koushiro.

¿Qué rayos quiere decir esa sonrisa? ¿Es tan divertido destruir mis planes?

—Koushiro Takagawa, diecisiete años... quince de febrero, ¿cierto? —asentí con la cabeza. Ni siquiera el que Chika supiera todos mis datos pudo alegrarme—. Entonces listos todos —dijo al terminar de teclear.

Cabizbajo, comencé a ver el poster, sin mirarlo, para distraerme. Hasta que algo en la esquina superior derecha llamó mi atención. Miré las otras esquinas y entonces ya no tuve dudas. Todas tenían marcas de tachuelas, la superior izquierda estaba rota, incluso. Chika debió haber visto mi expresión porque empezó a ver el poster, para ver qué andaba mal.

Miré a Umiko e intenté decirle “corre” con los ojos, pero era demasiado tarde.

—Umiko, querida... No me dirás que otra vez...

—Este... bueno, Chika —empezó a defenderse Umiko—... Lo que pasó es que necesitaba avisarles, no había tiempo que perder... Además, ¿a quién más le interesaría ese cartel?... Quiero decir, nosotros somos...

—¡Regrésalo inmediatamente! —seguramente el grito se escuchó hasta la dirección.

Nunca entenderé por qué Umiko intenta defenderse en estos casos, para empezar ella es la que hace que Chika se enoje y además la conoce muy bien como para provocarla. Y no es que sea muy difícil de provocar, tampoco.

—Y... ¡si lo dejaba ahí alguien podía inscribirse antes que ustedes dos! —no me sorprendió que quisiera que la acompañaramos, y esa excusa me pareció razonable, pero Chika ya no le estaba prestando la más mínima atención.

—¡Nos van a matar esta vez! ¡¿Ya se te olvidó lo que pasó la última vez?!

“Comprendo que ustedes formen el club de astronomía”, nos había dicho el director, esa vez, “pero eso no les da el derecho a arrancar los posters promocionales de la obra de teatro sólo porque presentarán El Principito”. Al final Umiko consiguió que nos dejaran uno para el club, a cambio de la promesa de comportarnos civilizadamente.

—¡¿Sigues aquí?!  —Umiko intentaba enrollar el poster, pero los nervios no se lo permitían— ¡Si no pones eso donde estaba en menos de un minuto no vas a ir a ningún campamento porque estarás expulsada del club!

Oye, oye, no creo que eso sea buena idea, si la expulsas seremos sólo dos y no nos dejarán continuar el club... además tampoco es que ser miembro de un club de astronomía sea requisito para participar.

—¡¿Me escuchas?! —la escuchó, con seguridad, a pesar de que ya corría por el pasillo rumbo a la pizarra de anuncios.

Chika me miró y comenzó a gritar quejas de Umiko que ignoré. Supongo que ese temperamento es el defecto con el que compensa sus virtudes. De cualquier modo yo quería poder estar a solas con ella. Yo jamás la había hecho enojar y tampoco me permitiría hacerlo en un futuro.

Suspiré cansado al pensar otra vez en la forma tan rápida en que todo lo que fue repentinamente maravilloso se transformó en una simple fantasía que no se realizaría. Al menos no pronto.

…, me mira a los ojos y... Umiko aparece detrás de ella y la jala a la habitación.

Grandioso.

プロローグ (Prólogo)

“Me ahogo.”

Me desperté con ese pensamiento, empapado en sudor. No podía respirar, como si de repente toda la habitación se hubiera quedado sin oxígeno. Podía inhalar, pero me seguía asfixiando. “Aire... fresco”, pensé mientras me tambaleaba hacia la puerta.

Al salir de la cabaña el viento penetró por mi nariz. Podía respirar. Tosí por el cambio de temperatura y miré hacia adentro de la cabaña. Todo tranquilo. Una pesadilla, seguramente. Intenté recordarla.

Agua. Agua helada.

Escuché el sonido del agua de la alberca. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal. Caminé hacia la alberca, asustado.

Estaba ahí, con los pies en el agua, con una extraña mirada seria. Inmóvil. Parecía esperar algo.

Sin importarme el hecho de que debíamos estar a menos de cero grados centígrados, me acerqué. Pasaba de media noche, el cielo estaba medio nublado, pero la luna iluminaba toda la superficie de la alberca.

Pareció escucharme, porque giró la cabeza para verme. Cuando nuestras miradas hicieron contacto, forzó una sonrisa.

—Gracias —dijo. Su voz fue tan baja que tuve que leerle los labios.

El silencio, exceptuando las pequeñas olas en la alberca, era completo. Hacía poco habíamos tenido una escena similar. Esa misma mirada seria, esa misma actitud ensimismada. Recuerdo que pensé que era mi imaginación cuando vi su sonrisa. Pero esa ocasión no me di cuenta de que su sonrisa era falsa.

Gracias. No tenía idea de por qué me lo decía. No tenía nada por qué agradecerme, que yo supiera.

—De nada —dije, por pura cortesía.

Sonrío, de verdad esta vez, mientras un flujo de lágrimas se creaba en sus mejillas. No sollozaba y parecía que el río de lágrimas tenía el sonido de las olas de la alberca.

Me miraba directo a los ojos, como si fuera a decirme algo. En sus pupilas ámbar pude ver reflejada la luna. Luna llena.

Preocupado, quise acercarme, pero me detuvo antes de dar el primer paso.

—No —dijo mientras se levantaba. Volvió a fingir una sonrisa—. ¿No deberías estar dormido? Mañana es el gran día...
—En ese caso, tú tampoco... —dije, pero también me interrumpió.
—... tienes que ganar la beca, ese es tu objetivo, recuerdas —contenía el llanto, pero su cara seguía cubierta de lágrimas—... Por eso viniste...
—Bueno, lo cierto es que...
—Así podrás, por fin —negó con la cabeza—... Debes ganarla.
—Yo no... no vine por eso... la verdad... —no terminé. Era demasiado vergonzoso. Miró al piso, sin decir más.

Tenía una conversación seria a las dos de la mañana, con una persona que no había sido seria ni una sola vez desde que la conocí. ¿Qué podía haber pasado para que su actitud hubiera cambiado de forma tan repentina?

De pronto, sin darme tiempo para hacer algo, se secó las lágrimas con el antebrazo y se lanzó de un salto a la alberca helada. Sentí frío en la nuca. Nieve.

Los copos de nieve comenzaron a caer en la superficie del agua. Debajo de ésta, veía su silueta nadando hacia el centro de la alberca. Se detuvo en el punto donde la luna se reflejaba. Salió del agua, su piel pálida a causa del frío.

Me miró aún más seriamente que antes. No podía creer que actuara así. Se quitó la sudadera y pude ver sus hombros desnudos sobre el agua. No parecía tener frío.

—Está bien. No importa. Entonces gánala por mí, ¿sí?

No comprendí por qué me decía eso.

—No puedo —era la verdad—. Yo sé... ambos sabemos que no soy lo suficiente...
—¡No es cierto! —me gritó— ¡Ambos sabemos que puedes ganarla! ¡Tú...!

Me quedé callado. No podía creer que hubiera alguna manera en la que pudiera enfadarse conmigo. Yo no nunca había hecho nada para que se enfadara... ¿verdad?

—Lo siento —dijo. Miró hacia abajo, al agua. Se metió al agua y salió nuevamente a flote junto a sus pantalones. La alberca era profunda, así que todo el tiempo flotaba. Giró sin levantar la vista hasta quedar de espaldas a mí.

“No, yo lo siento...”

Pero no pude decirlo. Pensé otra vez en como ya había visto esa sonrisa falsa, un par de días antes. Pensé en cómo no dije nada. “Yo lo siento”.

Miró al cielo y murmuró algo que no escuché. Seguí su mirada y vi la luna llena. Brillaba mucho. Demasiado. La nieve que caía parecía amplificar los rayos de luz.

Las estrellas que habíamos observado juntos un par de horas antes, cuando tomé su mano, ya no podían verse. Orion y Tauro, el Tigre Blanco del Este, habían desaparecido.

No me di cuenta del momento o la forma en que sucedió. Todo el cielo brillaba. Eran las doce de la tarde a las dos de la mañana. Tuve que cerrar los ojos antes de regresar la vista a la alberca.

Lo que pasó después ahí afuera no lo recuerdo. O tal vez no quiero recordarlo.

Regresé al calor de la habitación empapado por la nieve y me hice un ovillo debajo de las cobijas. No pude dormir. La nieve derretida comenzó a gotear desde el borde de la cama. Agua. Agua helada.

Dejé que mis lágrimas se confundieran con ella.

“Me ahogo”, pensé esperanzado. Pero, para mi mala fortuna, mi cuerpo me traicionó y unos instantes después volvía a respirar con normalidad.